Reflexión del año


Sé que ya es muuuuuuuy tarde para subir esta entrada, pero hasta hoy no he encontrado tiempo (ni ganas, ni Internet) para publicarla.

Bien, este año no ha sido el mejor de mi vida, pero sí el que creo que ha marcado un punto de inflexión. He acabado Bachillerato, con lo que eso conlleva (acabar un ciclo de mi vida que ha durado 12 años, ni más ni menos que dos tercios de mi vida), he hecho la EVAU consiguiendo una nota muy buena (aunque no tan alta como me habría gustado) y me he lanzado a lo desconocido: la univerisdad.

Este año lo recordaré por ser un año de reflexión; siempre he sido más de actuar que de pensar. Con el paso de los años era siempre lo mismo: otro curso, seguir estudiando para una meta que ni siquiera sé cuál es hasta que llego al final. Y de repente eso se ha acabado.
De repente es asomarte al mundo futuro, a tus cuarenta años de profesión, a la búsqueda personal de la FELICIDAD. A qué es lo que vas a hacer con tu vida, que ya no está marcada por los profesores o tus padres, sino por ti mismo.
Nunca me había planteado demasiado este concepto tan abstracto, pero ahora me obsesiona.

Estas vacaciones hablé con un chico que es camionero. Le conté mis dudas respecto a la carrera y él me contó su experiencia. Cuando acabó el instituto dejó de estudiar y se puso a trabajar como camionero. Y es FELIZ. Le gusta lo que hace. No le importa tener que dormir en un camión entre semana y luego coger el coche y recorrerse doscientos kilómetros un viernes por la noche para llegar a dormir a su casa. No le importa levantarse a las 5 de la mañana, o tener horario de 5 de la tarde hasta medianoche día sí y día también.
Oyéndole hablar casi sentía su sensación de ser el rey del mundo cuando se sube a la cabina de un camión, sus interminables horas de carretera llenas de música y veía los paisajes nevados de los puertos de montaña por la noche, cuando no ves más allá de tus narices y a la mínima puedes patinar.
Hablando con este chico, que me dijo que estuviese donde fuese feliz, me di cuenta de que yo algún día quiero llegar a contarle a alguien mi profesión y que sienta mi emoción, lo mismo que sienta yo cada día que vaya a trabajar.
También reflexioné que no hace falta tener un alto cargo en una empresa  o ser conocido en tu "gremio" o en el país para ser feliz. Las profesiones más infravaloradas o consideradas "pequeñas" también necesitan de gente con vocación.

No sé si esta es la carrera que me va a aportar esa felicidad, pero acabar algunas asignaturas de este cuatrimestre me ha dejado un sabor más amargo que acabar 2º de Bachillerato.
Además me ha aportado capacidad de sacrifio y superación, espíritu crítico (eso lo agradezco enormemente) y el conocimiento de que puedo hacer lo que me proponga con paciencia y tesón.


Este año ha sido un reto para mí y lo he superado, vamos a por el 2020.

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